Banderas de mil colores susurran sus plegarias al viento. Suavemente las dejan volar. Se elevan ligeras, orgullosas, ronroneando de aquí para allá. Van y vienen lentamente, muy lentamente. A cinco mil metros de altura todo parece más lento. La respiración es densa, el cansancio abrumador; la luz muy blanca, el aire muy seco. Todo, en este remoto paraíso, se vive con demasiada intensidad.