Pies, manos, bocas, mantras. Gente, pasos, rezos, cantos… El bullicio es abrumador y el fuerte olor a mantequilla de yak se me impregna en la piel. Todo gira a mi alrededor, a paso de peregrino y en el sentido de las manecillas del reloj, pero el tiempo no se detiene, nunca se detiene. Hombres, mujeres, monjes, niños y peregrinos de todas partes se entregan a la vida con fervor.
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