Bola tras bola. Cuenta tras cuenta. Hora tras hora. Día tras día. Año tras año. Una y otra vez se repite este mantra: Om Mani Padme Hum. Mantra de la compasión. Murmullo colectivo que se talla en piedras, que se escribe a mano o se guarda en ruedas de oración. Giro tras giro, peregrino tras peregrino, las plegarias se lanzan al aire en una especie de rezo compartido, infinito, incesante.